Precedentes Históricos y de Contexto Internacional
Nuestra Iglesia fue fundada en la ciudad de Bogotá (Colombia) en el año de 1972. Sin embargo, los antecedentes doctrinales dentro de los cuales podría enmarcarse la IDMJI vienen de un movimiento originado hace más de un siglo en los Estados Unidos.
¿Cómo ocurrió este proceso?
Uno de los fundamentos de nuestra Iglesia es el bautismo con el Espíritu Santo y el haber hablado en lenguas angelicales como prueba de esta manifestación, asunto acerca del cual habla la Escritura que fue vivido desde el capítulo segundo de Hechos de los Apóstoles, y de ahí en adelante en muchos otros pasajes.
Entre los años 100 y 400 d.C., época posterior a la partida de los apóstoles mencionados en el Nuevo Testamento, el hablar en lenguas ha sido documentado en pocas ocasiones como un hecho aislado e incomprendido. Entre los años 400 y 1900, se han registrado pocos casos, especialmente después de la reforma protestante. Sin embargo, se le consideraba un tema enigmático y un fenómeno poco ortodoxo.
Cabe destacar que los autores de muchos coros e himnos cantados actualmente en la IDMJI, formaron parte de ese grupo de personas.
Aproximadamente entre los años de 1730 y 1743, en los Estados Unidos, se vivió una época de resurgimiento religioso para esa nación, que históricamente es conocido como “El Primer Gran Despertar”.
Posteriormente, durante el siglo XIX, algunas denominaciones cristianas en los Estados Unidos documentan casos de manifestación del don de lenguas entre sus seguidores, principalmente entre sus líderes, pero como un fenómeno especial y particular. Entre ellas están la Iglesia de los Santos de los Últimos Días (mormones), el Movimiento de Restauración, y el Movimiento de Santidad. Estas denominaciones forman parte de un fenómeno religioso y cultural denominado “Segundo Gran Despertar” que tuvo lugar aproximadamente durante las tres primeras décadas del siglo XIX, entre 1800 y 1830.
Para la historia del cristianismo, el “Tercer Gran Despertar” que surge a partir de 1857, es muy importante porque en esa época tiene lugar el Movimiento Pentecostal, y de allí la IDMJI tomaría posteriormente algunos de sus fundamentos.
En el año 1900, Charles Parham, un predicador independiente del Movimiento de Santidad, desarrolló una doctrina llamada “evidencia inicial” que declaraba que la garantía para confirmar el bautismo con el Espíritu Santo era el hablar en lenguas.
Él comenzó un Instituto Bíblico llamado “Bethel” en Topeka, Kansas (EE.UU.). Instruyó a sus estudiantes en su doctrina sobre la “evidencia inicial”. Uno de ellos, William Seymour, viajó a Los Ángeles y allí comenzó una reunión el 14 de abril de 1906 en la Iglesia Metodista Episcopal Africana. Se documentó que hubo un éxtasis espiritual acompañado por el don de lenguas. Se le ha denominado el “Avivamiento de la Calle Azusa” que hoy se le considera el catalizador de la propagación del cristianismo protestante fundamental, o evangélico pentecostal, hacia todos los continentes. Este “avivamiento” duró tres años.
Los asistentes fueron bautizados con el Espíritu Santo, cantaban en lenguas y danzaban. Además de la evidencia de milagros y sanidades. Muchas congregaciones se unieron a este nuevo “movimiento pentecostal” como iglesias de las líneas metodista y wesleyana.
Las iglesias fundadas a partir de este movimiento se esparcieron por el sureste de los Estados Unidos, principalmente en las comunidades afroamericanas. Su doctrina se basaba en el hablar en lenguas como la garantía del bautismo con el Espíritu Santo quien viene a ayudar al creyente a vivir en santidad para alcanzar la salvación.
Este es entonces uno de los fundamentos presentes en la IDMJI, que se halla también en el movimiento pentecostal de la primera década del siglo XX. Pero este precedente pasó por muchas fases históricas y geográficas antes de consolidarse en Colombia en la década de los 70.
Por ejemplo, los predicadores y misioneros visitantes de Europa y de las excolonias británicas, llevaron este “fenómeno del bautismo con el Espíritu Santo” a Canadá, Europa, Asia, África y Oceanía, llegando incluso hasta la India y Hong Kong. El predicador metodista noruego T.B. Barrat llevó esta doctrina a Europa (1906) donde empezó el movimiento pentecostal en Noruega, Suecia, Dinamarca, Alemania, Francia e Inglaterra. Su seguidor, Alexander Boddy, esparció el pentecostalismo en Gran Bretaña. Otro seguidor, Jonathan Paul, lo hizo en Alemania. En 1907, Luigi Francescon esparció el pentecostalismo por las iglesias italianas en Estados Unidos, Argentina y Brasil. En 1908, John Lake lo hizo en Sudáfrica; Giacomo Lombardi en Italia (1908); dos misionarios suecos llegaron a Belem do Pará en Brasil y fundaron las Asambleas de Dios en Brasil. Así, el pentecostalismo se comenzó a extender por otros países.
Estas iglesias nacientes a partir del movimiento pentecostal de 1906, fueron fundadas por predicadores visitantes que regresaron a sus ciudades de origen. Eran iglesias autónomas con nombres independientes, pero compartían el mismo fundamento originado por Charles Parham en 1900. Poco a poco, la doctrina “pentecostal” se fue abriendo camino por varios estados de la nación americana. Por ejemplo, en 1914, un grupo de 300 predicadores pentecostales de raza blanca decidieron crear una hermandad pentecostal nacional llamada “Consejo General de las Asambleas de Dios”.
A pesar de que se compartía el mismo fundamento, comenzaron a aparecer nuevos puntos de discusión que conducirían a las primeras divisiones entre los pentecostales. Por ejemplo, un sector creía que sólo era necesario bautizar en el nombre del Señor Jesús, mientras que otros argumentaban que era necesario mencionar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Esta polémica dio como resultado el nacimiento del pentecostalismo unicitario (Oneness) quienes no creían en la trinidad de Dios sino en los tres aspectos de un solo Dios. Las Asambleas de Dios rechazaron esta doctrina y como consecuencia, varios pastores y creyentes se apartaron de ellas en el año de 1916. Nacieron, entonces, las Asambleas Pentecostales del Mundo, y más adelante la Iglesia Pentecostal Unida Internacional.
Dos aspectos formaron parte del movimiento pentecostal de la primera década del siglo XX. El Primero de ellos fue la inclusión de asistentes afroamericanos en las reuniones, aunque años después hubo segregación racial en las iglesias nacientes.
El segundo, fue el papel de las mujeres quienes fundaron iglesias, compusieron himnos, dirigieron institutos bíblicos e hicieron trabajo pastoral y evangélico. Por ejemplo, Florence Crawford fundó la Iglesia Apostólica de la Fe. Lastimosamente, más adelante los mismos hombres cambiaron las condiciones de la mujer en las iglesias pentecostales y les quitaron ciertos derechos que “aparentemente” sólo les pertenecían a los hombres, como el de la predicación.
Todos estos cambios ocurrieron con la institucionalización de las doctrinas del pentecostalismo. La IDMJI, en sus inicios, tuvo consigo parte de esa normativa, pues durante sus primeros 24 años de existencia, entre 1972 y 1996, la mujer no podía predicar, y sus labores espirituales estaban reducidas a ministrar el don de la profecía e imponer manos. Sin embargo, cuando la Hermana María Luisa Piraquive tomó las riendas de la IDMJI en 1996, el papel de la mujer en la Iglesia empezó a recuperarse.
Hoy en día, la mujer participa del púlpito, protagoniza viajes de evangelización, es valorada como anciana en las sedes de la Iglesia, ministra dones, orienta a los creyentes más recientes, entre muchas otras labores.
Entre los años 60 y 70 del siglo XX, creyentes de varias denominaciones cristianas de corrientes dominantes en Estados Unidos, Europa y otros lugares del mundo, comenzaron a aceptar la idea de que el bautismo con el Espíritu Santo también era posible en la época actual. Por ende, comenzaron a nacer iglesias de estas denominaciones a las que se les llamó carismáticas (del término griego “jarisma” que significa agradar o hacer favores) quienes argumentaban tener el don del Espíritu Santo. En esa época, el movimiento carismático compartía los mismos preceptos que el pentecostal, pero se diferenciaban en su origen histórico.
Para el investigador Peter Wagner, el surgimiento del pentecostalismo en 1906 es “La Primera Ola” en la historia del cristianismo del siglo XX. “La Segunda Ola” es el fenómeno carismático que nace del seno de las denominaciones cristianas de corrientes dominantes en la década de los 60 y 70. El predicador luterano Harald Bredesen acuñó el término.
“La Tercera Ola”, perteneciente a la década de los 70, consiste en la aparición de iglesias independientes con prácticas y doctrinas heredadas de los movimientos pentecostal y carismático, pero que no se clasifican en ninguna de las dos. Para la tipología usada en la historia del cristianismo, a estas iglesias de “La Tercera Ola” se les denomina iglesias neopentecostales o neocarismáticas.
La IDMJI, si se quiere, puede verse como un ejemplo de esta clasificación histórica. Según la tipología, estas iglesias o denominaciones practican la imposición de manos, ministran los dones de sanidades y la profecía, y se consideran independientes con su propio sistema de autogobierno y autorregulación. Las iglesias neopentecostales han surgido del seno de las iglesias evangélicas, luteranas, presbiterianas, episcopales, bautistas, metodistas y católica.
Así las cosas, puede decirse que la IDMJI vendría a marcar un hito dentro de la historia del cristianismo, como suceso religioso en América, debido a que ha hecho del Don de la Profecía la bitácora de vuelo del creyente. Ha permitido que el Espíritu Santo sea el guía individual de cada ser, y quien gobierne la Iglesia. En este sentido, la profecía se ha desarrollado de tal manera que hace parte íntegra del crecimiento de la Iglesia.
La guianza individual de Dios por medio del Don de la Profecía ha sido evidente y constante desde 1972. Además, en ella se ha logrado comprender la naturaleza de los demás dones espirituales para el servicio individual y general.
Finalmente, el sistema de gobierno de la Iglesia por medio de una líder visible, quien es la Hermana María Luisa Piraquive, permite que el Respaldo de la Iglesia se manifieste desde el vínculo entre Su persona y Dios, y entre Ella y el pueblo. Esta unión, forma la columna vertebral de la IDMJI que la hace una Iglesia fuerte, unida y bendecida.